Soltar el control (aunque cueste)

Cuando la necesidad de tenerlo todo bajo control nos controla a nosotros

¿Te ha pasado alguna vez que cuanto más intentas controlar todo, más agotada terminas?

La necesidad de tenerlo todo bajo control puede parecer, en apariencia, una virtud: organización, responsabilidad, compromiso. Pero cuando escarbamos un poco, muchas veces descubrimos que detrás de ese impulso hay miedo, inseguridad y una profunda desconfianza hacia el entorno o incluso hacia una misma.

Controlar todo es agotador. Querer prever cada resultado, anticipar cada posible error, tener respuestas para todo y para todos… acaba generando una presión interna constante. El control no nos da paz, nos da la ilusión de seguridad, pero muchas veces es justo lo que nos aleja de ella.

Soltar el control no significa dejar de responsabilizarnos, ni caer en el caos o la dejadez. Significa reconocer que no todo depende de ti, que hay cosas que escapan a tu voluntad, y que vivir también implica confiar, delegar y fluir.

Es como en una coreografía: puedes ensayarla mil veces, ajustar cada detalle técnico, pero si en el escenario no te permites fluir con la música, si estás rígida intentando controlar cada paso, pierdes la magia.

O como en una carrera: si aprietas demasiado desde el principio por querer dominar el ritmo, es probable que acabes fundida antes de tiempo.

Soltar el control es un acto de valentía. Porque es más fácil agarrarse a lo conocido, aunque sea incómodo, que abrirse a la incertidumbre. Pero es justo en esa rendición consciente donde empieza a aparecer la calma.

Preguntas para ti:

  • ¿Qué estás intentando controlar en este momento?
    ¿Qué pasaría si lo soltaras, al menos un poco?
    ¿Qué parte de ti no confía en que las cosas puedan salir bien sin estar encima de todo?

Soltar el control es también un entrenamiento: un músculo que se fortalece con la práctica. Y como todo aprendizaje, empieza por permitirnos fallar, parar y pedir ayuda. Por recordar que no tenemos que poder con todo. Que estar en calma vale más que tener la razón o que tenerlo todo atado.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Charla con Tamara Arroyo por Alberto Edjogo-Owono

Cuando “hacerlo bien” nunca es suficiente: el coste oculto del perfeccionismo

Cuando parar se vuelve un problema: por qué no saber descansar también es una forma de autoexigencia