Mi mente no para: aprender a vivir con una cabeza hiperactiva

¿Te pasa que tu mente no se apaga nunca?

¿Pasas de una idea a otra, como si tu cerebro fuera un DJ con miles de pistas sonando al mismo tiempo?


Tengo pacientes cuya cabeza es como una ciudad que nunca duerme. Una hiperactividad mental constante, rumiación, sobrepensamiento, que a veces se traduce en creatividad, intuición y visión global... pero otras, en ansiedad, agotamiento y sensación de no estar nunca en calma.

Hoy quiero hablarte de eso. De esas mentes que no paran, que necesitan comprenderse mejor y aprender a convivir consigo mismas. Porque no se trata de luchar contra tu cabeza, sino de aprender a gestionarla, de entrenarla.

¿Qué significa tener una mente hiperactiva?

No estamos hablando necesariamente de TDAH (aunque a veces puede estar relacionado), sino de una forma de proceder (aprendida):

  • Pensamientos constantes e intrusivos.

  • Dificultad para concentrarse en una sola cosa.

  • Saltos de idea en idea.

  • Diálogos internos que no se apagan, incluso en momentos de descanso.

  • Imaginación intensa, incluso demasiado viva.

Estas mentes brillan, pero también se queman por "exceso". Pensar demasiado cansa. Y en muchas ocasiones, la cabeza va tan rápido que el cuerpo no puede seguirle el ritmo.

¿Por qué pasa nos pasa esto?

Las causas pueden ser diversas:

  • Altos niveles de autoexigencia o perfeccionismo.

  • Entornos en los que se ha valorado más hacer que ser.

  • Experiencias de vida que generaron una necesidad de control.

  • Mecanismos de defensa ante el vacío o la emociones como la tristeza.

A veces, la mente se mantiene ocupada para no sentir. Pensar se convierte en una forma de no parar, de no conectar con ciertas emociones que duelen.

Cuando pensar mucho resta en lugar de sumar

Al principio, puede parecer una ventaja, como un "poder": ideas brillantes, capacidad de análisis, anticipación…
Pero si no se regula, aparece el coste de este ritmo:

  • Insomnio o dificultad para conciliar el sueño.

  • Ansiedad anticipatoria.

  • Sensación de agotamiento mental.

  • Desconexión del cuerpo.

  • Pérdida de disfrute (la cabeza está en mil sitios, menos en el presente).

Claves para convivir con una mente que no para

Aquí no se trata de pararla, sino de hacer espacio dentro de ti para aprender a autorregularte. Algunas ideas que puedes empezar a poner en práctica:

  1. Crea “contenedores mentales”
    Escribe, esquematiza, dibuja. Tu cabeza necesita vaciarse. Llevar tus ideas al papel calma el ruido.

  2. Vuelve al cuerpo
    Movimiento consciente, danza, respiración, contacto físico. Todo lo que te saque del modo analítico y te lleve al aquí y ahora.

  3. Establece rituales de calma mental
    No esperes a estar saturada. Introduce pequeñas pausas al día: 5 minutos de música, estiramientos, salir al sol sin móvil…

  4. Sé compasiva contigo
    No eres menos por necesitar más descanso mental. No estás rota. Simplemente, tu mente necesita oxígeno.

  5. Cambia la pregunta
    En lugar de “¿por qué no puedo parar de pensar?”, prueba con “¿qué me está queriendo decir mi mente al activarse tanto?”

Una mente activa necesita un hogar en calma

No todas las mentes están cómodas en el silencio, pero todas necesitan aprender a gestionarse. Si tu mente es una autopista de ideas, no intentes convertirla en un jardín zen… Puedes trabajar estrategias como asegúrate de que tenga buenos carriles de salida, zonas de descanso y alguna que otra parada para respirar.

Y si no sabes por dónde empezar, acompañarte puede ser el primer paso. Porque entender tu mente es empezar a quererla.

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