Lo que te dices cambia lo que sientes: el poder del autodiálogo en tu bienestar
¿Alguna vez has prestado atención a cómo te hablas?
Esa voz que te acompaña desde que suena tu despertados hasta que acaba tu día (aunque no siempre seas consciente de ella) tiene un impacto enorme en cómo te sientes, cómo actúas y cómo te relacionas contigo mismo/a.
El autodiálogo es ese flujo de pensamientos que mantenemos sobre nosotros mismos de forma constante. Puede ser un aliado, animándonos, validándonos, impulsándonos… o una voz muy crítica, exigente o incluso castigadora que afecta a nuestro bienestar emocional.
Cuando tu peor enemigo vive en tu mente
En muchas ocasiones no necesitamos que nadie nos critique: ya lo hacemos nosotros/as.
“Voy a fallar”
-
“Soy un desastre”
-
“Siempre lo hago mal"
Estos pensamientos, aunque parezcan simples frases que acostumbras a decirte, modelan lo que sentimos y decidimos. Es más, nos afectan a nivel fisiológico, nos paralizan ante eventos importantes y refuerzan creencias de "no ser capaz" o miedo.
La literatura científica lo confirma: un autodiálogo negativo sostenido en el tiempo se ha asociado con mayor sintomatología ansiosa, depresión, baja autoestima, trastornos alimentarios, insatisfacción corporal y menor motivación (Beck, 1976; Gilbert & Irons, 2005; Leahy, 2011).
¿Qué estilo de autodiálogo tienes?
Muchas personas viven en una especie de “canción mental” en la que se emiten mensajes constantes como:
-
Críticas destructivas.
-
Exigencias inalcanzables.
-
Comparaciones.
-
Predicciones catastrofistas.
Generalizaciones.
Pero el autodiálogo también puede ser:
-
Amable, cuando reconoce tus esfuerzos.
-
Realista, cuando te ayuda a ver con perspectiva.
-
Compasivo, cuando valida tu dolor sin juzgarlo.
Hay que tener en cuenta que cambiar el autodiálogo no es negar los errores que cometemos: es entrenar una forma más justa de hablarnos, más parecida a como trataríamos a alguien que queremos.
Estrategias prácticas para transformar tu diálogo interno (con evidencia científica)
Estas estrategias están basadas en enfoques como la Terapia Cognitiva, la Terapia de Compasión (CFT) y el Mindfulness, todas con evidencia de su eficacia en el trabajo con el autodiálogo.
1. Haz visible lo invisible
Ejercicio: Durante un día, anota frases que te dices cuando te equivocas, cuando no llegas, cuando tienes miedo.
Tomar conciencia del contenido de tu diálogo interno es el primer paso para poder transformarlo (Burns, 1980).
2. Entrena el “yo compasivo”
La Terapia Centrada en la Compasión (Gilbert, 2009) propone crear una voz interna que actúe como un “cuidador interno” en lugar de un juez.
🧠 Pregunta mágica: ¿Qué le diría a mi mejor amiga si estuviera en mi situación?
Luego, dilo en voz alta o escríbelo… pero para ti.
3. Detecta los “debería”
Los “tengo que”, “debo” y “no puedo fallar” son los precursores de un diálogo interno rígido y generador de culpa.
Prueba a sustituirlos por: “me gustaría”, “elijo”, “prefiero”, “intento”.
4. Práctica de autodiálogo positivo basada en fortalezas
Recuerda retos conseguidos pasados, capacidades y valores personales. Esto reforzará una identidad más sólida y reducirá la autoexigencia tóxica.
Ejercicio breve: Cada noche, escribe 3 cosas que hiciste bien o que valoras de ti ese día.
5. Meditaciones guiadas de autocompasión y mindfulness
La meditación, validada en múltiples estudios (Neff & Germer, 2013), ayuda a desarrollar una voz interna más amable y a observar los pensamientos sin fundirte con ellos.
Puedes empezar con apps como Insight Timer, Petit Bambou o incluso meditaciones gratuitas en YouTube.
No te hables como tu peor enemigo
Tu diálogo interno es el espacio donde vives cada día. No podemos controlar todo lo que nos pasa, pero sí podemos trabajar en cómo nos acompañamos en lo que nos pasa.
Y tú, ¿cómo te hablas cuando nadie te escucha?
Comentarios
Publicar un comentario